Para poder responder a esta inquietud , debemos remontarnos en el tiempo hasta la época de la antigua marinería .
En esos tiempos y sin las modernas herramientas de navegación con los que actualmente cuentan los barcos de cruceros, los marineros o tripulantes no tenían alternativas que encontrar otras formas de medir la velocidad de su barco mientras navegaban para calcular el tiempo en que llegarían a destino.
El método más común que se utilizaba se conocía como “Registro del holandés” que consistía en que los marineros arrojaran un trozo de madera (u otro objeto flotante) por la borda. Luego, contarían cuánto tiempo pasó desde que el objeto, arrojado en la proa, pasara por la popa.
Ya en el siglo XVII, la práctica evolucionó para incluir un trozo de cuerda con nudos atados a intervalos regulares. Los marineros lanzaban la cuerda al agua y contaban el número de nudos que pasaban por la popa del barco en un período de tiempo determinado.
Al ir avanzando la nave, la madera flotante tiraba del cabo. Cuando se cumplía cierto plazo, se recogía y se contaban los nudos, de ahí que se calculase la velocidad mediante esa unidad de medida todavía vigente y que equivale a una milla náutica por hora o lo que es igual 1,852 kilómetros por hora.
Esta metodología empleada recibía el nombre de corredera y el cálculo de la velocidad se completaba con la medición del tiempo transcurrido mediante un reloj de arena.
Una vez conocida la velocidad, el navegante determinaba la distancia recorrida en un día y reflejaba el progreso realizado en dirección al punto de destino trazando una línea en la carta (mapa marino).
Las corrientes oceánicas y los vientos laterales podían sacar de trayectoria al barco, por lo que periódicamente había que calcular y anotar las modificaciones de pilotaje requeridas para mantener el rumbo.
Gracias a este procedimiento, Colón logró ir y volver de España a América hace más de quinientos años, y sus detalladas cartas permiten que los marineros actuales reproduzcan sus extraordinarias travesías
Aunque suena como un experimento científico divertido, nadie en estos días tiene que pararse en la proa y tirar una cuerda anudada por el costado. Los cruceros modernos se basan en herramientas de GPS para monitorear y ajustar la velocidad para llegar a tiempo a sus destinos.
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